- ¡Orestes! Siempre lo supe, no hay mal que dure cien años...
- Es cierto, son cosas que pasan... ¿cómo estás, tanto tiempo...?
- Muy bien, como decía mi abuelo: Al que madruga, Dios lo ayuda
- ¡Ah! Yo no puedo levantarme temprano, pero sobre gustos no hay nada escrito, ¿no?
- No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, Orestes, haceme caso...
- Verdad, no hay mal que por bien no venga
- Dios le da pan al que no tiene dientes
- Bueno, Abelardo no digas así, acordate de que el derecho de uno termina donde comienza el del otro
- Tenés razón, disculpame, no por mucho madrugar amanece más temprano
- Con todo respeto y por más que me pese, es lo que hay
- Igual siempre es mejor prevenir que curar, mi viejo
- ¡Viejos son los trapos!
- ...
- Uh, te pido perdón, no sos vos, soy yo, tengo un mal día...
- Dios aprieta pero no ahorca, contame...
- Pensé que un clavo sacaba a otro pero ahora prefiero estar solo antes que mal acompañado
- No todo lo que reluce es oro, cría cuervos y te sacarán los ojos
- Sí, pero era lo mejor que me había pasado en la vida
- A mal tiempo, buena cara, Orestes
- ¡Pero si poníamos un poquito cada uno no le hacía mal a ninguno!
- Y sí, el que no corre, vuela
- Antes ésto no pasaba, Abelardo
- Pero antes era igual, Orestes, lo que pasaba era que "ojos que no ven, corazón que no siente"
- Sí, es verdad... Nunca voy a inclinarme hacia la traición
- Nunca digas de esta agua no he de beber
- Mejor vámonos que aquí las paredes oyen
- Vamos, pero antes te doy un consejo, Orestes
- Sí, por favor, soy devoto creyente de que la felicidad está en las pequeñas cosas de la vida como lo es el consejo de un amigo
- Ante la duda, pelá la chota